María Teresa Andruetto: “Siento la escritura ligada al deseo”

Grosa entre las grosas, Tere Andruetto —que las leyó y escribió todas— formará parte de nuestro Festival Mulita para hundirse y hundirnos en “El oficio de mentir”. Algunos de sus libros que nos han deslumbrado para siempre son Lengua Madre, La mujer en cuestión, Extraño oficio, Cacería, Stefano, Benjamino, El país de Juan, Veladuras, La durmiente… A lo largo de su trayectoria, Andruetto ha recibido numerosas distinciones —en 2012, en la Feria del Libro Infantil de Bolonia, fue galardonada con el premio Hans Christian Andersen, el “Nobel de la Literatura Infantil”, por el conjunto de su obra.

Por Paulo Ferreyra
Foto – Hugo Suárez

Tras cruzar algunos mensajes de WhatsApp nos pusimos de acuerdo y hablamos una siesta por teléfono. Tere lee mucho, dice que las editoriales, los escritores y las escritoras le mandan muchos libros. Y a esa pila de libros se suman los que compra, que son muchos. Sigue a determinados autores, le gusta lo que hacen algunas editoriales, la narrativa y la poesía de mujeres. Además, lee suplementos literarios, lee reseñas y toma nota de las novedades que aparecen en las redes.

María Teresa ya estuvo en Resistencia en varias otras ocasiones, en Ferias del Libro y en el Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura. Conoce, además, a varios escritores chaqueños. “Conozco el terreno donde estoy yendo”, aclara. “Conozco el Festival Mulita. Me habían invitado a una edición anterior, pero no había podido estar porque me coincidía en la agenda con otras actividades. He seguido con interés la propuesta del festival y tengo ganas de estar. Me da la impresión de que es un festival joven en el sentido del criterio para armar una agenda cultural importante”.

— ¿De qué se trata el oficio de mentir?

— Esto surge de una conversación con Maia Bradford, una de las organizadoras del Festival y con quien hemos intercambiado opiniones, y pensamos juntas en este título. Tengo un pequeño texto que se llama “El pequeño oficio de mentir”. De algún modo trae una idea y una frase de Abelardo Castillo, quien dijo en algún momento que la ficción era el oficio de mentir. Mi idea es compartir algo que todavía no está publicado, unos fragmentos de una obra que está en manos de una editorial. Quiero mostrar algo nuevo. Además, quiero hablar de la relación entre la verdad y la mentira, la experiencia y la ficcionalización de la experiencia en los procesos de la escritura. 

— En algunos hechos que narraste de tu vida, incluso en tus escritos, hay recortes que se ponen también ese traje de mentira, ¿es así?

— Así es, claro. En los procesos de escritura y en el trabajo de la forma se transforma la materia. Entonces, aunque uno trabaje con experiencias propias o con cosas que haya visto, cosas “de la realidad”, al trabajar la forma se alteran esos hechos para construir algo más verdadero que la “verdad”. De algún modo el resultado de esa amalgama entre lo que se ve, lo que se escucha y lo que uno se imagina, es una verdad simbólica. Una verdad que adquiere otra dimensión. Es así como vivo a la ficción. Para mí es una mentira que nos permite atisbar una verdad verdadera. 

— ¿Hablamos de una verdad superadora?

— Sí, superadora no porque sea más importante o mejor, sino porque tiene muchas capas, es más ambigua y se llena de significados. El lector así puede entrar a escribir de una manera más intensa.

— Mariano Quirós hace un taller justamente en este sentido, “niño que miente, lector que escribe”.

— Totalmente. La ficción es una forma estética estilizada de la mentira. No es una mentira para dañar al otro sino que es una mentira para que el otro fabule. 

— ¿Cómo es la construcción de la escritura? ¿Con otros o en soledad? 

— Se construye con otros que están dentro de mí a la hora de escribir. El acto de escribir es solitario, porque uno necesita encontrarse con uno mismo. En ese encuentro a mí me pasa que en el proceso de escritura intervienen cosas que me han dicho o he oído, cosas que también he leído y pueden intervenir. Hay muchas palabras de otros que se funden, se amalgaman para crear la palabra propia. El poeta italiano Eugenio Montale decía que hacen falta muchos hombres para hacer un hombre. Podríamos decir también que hacen falta muchas mujeres para hacer una persona. También podemos decir que hacen falta muchos relatos para construir nuestro relato

— ¿En este camino cómo llegas a descubrirte cómo escritora? A publicar los primeros libros.

— En mi caso fue muy lento el autodescubrimiento o la autovalidación como escritora. Fue un camino lento. Escribir es algo que empecé hacer desde muy joven. Era una escritura que no estaba pensando en publicar. No me imaginaba como escritora. Vengo de un pueblo y de un entorno donde esa foto no estaba presente. Pensarme como alguien que escribe y quiere ser leído, porque entiendo al escritor no solo como a la persona que escribe sino al que hace de la escritura una cuestión pública. Alguien que se expone ante los demás con su palabra. Publica porque hace pública su palabra. Hay un momento donde uno se valida como escritor, cuando escribe y publica, cuando lo leen más allá de su círculo íntimo. La validación me costó bastante como me costó mucho tiempo publicar. Estuve más de diez años intentando publicar mi primera novela. Mientras no publiqué, no me vi a mi misma como escritora, por más que me gustara escribir y lo hiciera. Y cuando empecé a publicar, también observé que una cosa es publicar y otra cosa es ser leído. Recién me pude validar cuando sentí que tenía una cierta cantidad de lectores que iban más allá de mi círculo íntimo.

— ¿Esa validación cambió en algo tu forma de trabajar?, ¿te abrió otras puertas?

— Me permitió dedicarle más tiempo a la escritura. Ese convencimiento ordenó mi vida cotidiana. Ya se sabe cómo es el dinero en relación a la escritura, al comienzo los ingresos son prácticamente nulos. Así que hay que hacer otras cosas. Igual, yo no esperaba vivir de la escritura, aunque con los muchos años que tengo terminó de alguna manera sucediendo. Siempre ejercí la docencia y realicé talleres de escritura, daba clases en escuelas secundarias y después en profesorados. He hecho algunas elecciones en mi vida para sostener el deseo de la escritura. La vida siempre es una negociación entre lo que uno desea y las condiciones del entorno en que está. Siempre negociamos con nosotros mismos. Mirando hacia atrás me doy cuenta que hice elecciones que no siempre eran ventajosas desde lo económico o en otros aspectos, pero sí me permitían sostener la escritura. 

— ¿Cómo te conectás con la lectura? ¿Lo hacés desde la búsqueda del placer o del trabajo como escritora?

— En principio es un placer muy intenso. Pero la lectura también es para la escritura, por eso tengo una vinculación salvaje con los libros. Hay hábitos que tengo todavía un poco estudiantiles con la lectura, cuando leo ensayos marco, anoto, pongo asteriscos, estudio con esa lectura. Pero la lectura es un placer, leo para mí. Esa impronta del impulso, del deseo y del desorden que dan las pasiones. 

— Hay una división externa de poetas, narradores y ensayistas. Vos abordás todos estos géneros, ¿esa categorización es externa o nace con vos ya en la forma de escribir?

— El mundo se divide así, pero mi ambición es la palabra. Entonces quiero toparme con todos los problemas de la lengua en todas sus formas. Hay que entender eso también como un juego con uno mismo. Pero vayamos por partes, cuando escribo ensayos casi siempre son a pedido. Ahora estoy preparando uno donde estoy reuniendo los que he escrito durante mucho tiempo para distintos congresos o jornadas. En esos contextos alguien me invita a participar de algo, puede que el tema lo elija yo o que me sugieran algo. Esa escritura nace de un pedido y me parece para mí un trabajo formal, en el sentido de que tiene una fecha de entrega y hay que cumplir ciertos parámetros. La escritura de la poesía aparece poco, aparece cuando ella quiere. En general tiene que ver con la emotividad de las pérdidas o de las pequeñas cosas de la vida. Es un mundo bastante íntimo. En la poesía me llama mi propio dolor y mi propio regocijo. En la narrativa, en los cuentos y en las novelas interviene más el afuera. El punto de partida, aunque eso después vaya hacia mi interior, nace afuera. Es algo que veo o que escucho y viene del mundo de los otros. Es el mundo de los otros lo que me toca y me atraviesa. En la narrativa me llama el dolor de los demás.

— En una ocasión expresaste que el escritor trabaja para correr los límites del lenguaje, ¿cómo se hace eso?—Al escribir, uno necesita una gran libertad interior, que es lo más difícil de lograr. Por eso creo que uno no puede escribir todo el tiempo ni todo lo que hace sale bien. Cada uno podrá ver cómo construye esa libertad. En mi caso necesité vivir de otra cosa, pude esperar diez años para publicar y sostuve el deseo. Siempre creo o siento lo que hago. Siento la escritura ligada al deseo, parto del deseo, para empezar a escribir lo hago, porque tengo deseo de escribir. Cuando escribo estoy de forma completa en el texto, capturada en esa escritura. Por eso digo que no sucede todo el tiempo… es como el amor.