A esta altura del partido, Martín Kohan es, lo que suele decirse, un imprescindible. Ensayista, narrador, docente, intelectual comprometido, un monstruo… un perfecto monstruo que llega por primera vez al Festival Mulita. De él leímos Ciencias morales —novela con la que ganó el premio Herralde—, Cuentas pendientes, Me acuerdo, Bahía Blanca, Fuera de lugar, Confesión, Dos veces junio, Segundos afuera, los cuentos de Desvelos de verano… precisamente nos enganchamos de estos cuentos —escritos al agobio dulce y resbaladizo del calor— para invitarlo a que despliegue su “Ola de calor. Sudor y literatura”, una charla que promete ser un baldazo de frescura en la noche de Resistencia.
Por Eliana Coronel
Foto Martín Rosenzveig
— Este año vuelve el Festival Mulita a Resistencia y sos uno de los escritores nacionales invitados. ¿Qué te genera el encuentro?
— Mucho entusiasmo. La actividad literaria, tanto la escritura como la lectura, son de por sí actividades solitarias. Uno después socializa, intercambia, comenta, pero la práctica literaria de por sí tiende un poco a la soledad. De manera que todas actividades que nos devuelven a la interacción y nos ponen cara a cara con el lector son estimulantes. Hay una especie de enigma para un escritor, que es quiénes serán los lectores, qué les pasará cuando leen, qué leerán cuando leen… Bueno, este tipo de encuentros son fenomenales porque uno recupera el cara a cara, el contacto, un intercambio más fluido.
— Tu último libro de cuentos es Desvelos de verano, y de ahí surge el tema de tu participación en este Festival. ¿Cómo es esa ola de calor?
— El libro es una colección de cuentos que tienen una atmósfera en común, más allá de que tiene la diversidad de cualquier libro de cuentos, pero giran todos a su tiempo en una misma atmosfera ligada al verano. Pero al estar ligado al verano también está ligado a la luz, a los cuerpos, a los espacios abiertos. En general los cuentos rondan en su mayoría alrededor de estas cuestiones. Una cierta condición que tiene el paisaje de verano es que los cuerpos parecen estar más disponibles y las historias que están reunidas en este libro, en general, tienen que ver con eso.
— ¿A qué referentes literarios de la provincia o la región conocés, los leíste y cómo llegaste a ellos?
— Carlos Busqued, perdón por la nota melancólica, pero la muerte de Carlos no he dejado de asimilar. Elegiría nombrarlo a él. (Busqued, autor de obras como Bajo este sol tremendo y Magnetizado, en las que exploró formas narrativas que hibridan elementos de la novela negra, el realismo sucio, la crónica, o el nonfiction, falleció en el 2021 a los 50 años)
— El año pasado publicaste dos libros. ¿La pandemia fue un escape para escribir mucho más?
No. Mi ritmo de trabajo es más o menos el mismo porque en parte los libros que se publicaron durante la pandemia habían sido escritos previamente. Durante la pandemia hubo un reparto y un cambio muy drástico, sobre todo en mi caso no tenía ni tengo costumbre de estar en mi casa ni de trabajar en casa, no es un espacio en el que yo generalmente trabaje, trabajo generalmente afuera. Prefiero cambiar de aire y de lugar. Así que todo eso supuso una exigencia de adaptación a las nuevas condiciones en el 2020. Fui escribiendo y leyendo, ni más ni menos, que como estaba leyendo o escribiendo antes. Siempre leo mucho, doy muchas clases y los cambios tuvieron que ver con los lugares. No hubo escape o algo del orden de decir, bueno, ahora me pongo a escribir. No. Traté de que la vida dentro de las alteraciones inevitables que se produjeron tuviese una rutina lo más estable posible, lo más parecida a mi vida, como un modo de sobrellevar lo mejor posible lo que estaba pasando, que no era liviano.
— ¿Cómo se generan en vos los temas que después van a llegar a un libro?¿De dónde nacen los temas que te interesa escribir?
— Los libros no siempre nacen de la misma manera y las ideas no se producen de la misma manera. En el caso de los cuentos, por ejemplo, en Desvelos de verano, puede ocurrir una imagen, una frase o algo que uno escucha, algo que uno lee, la lectura me resulta muy estimulante. En cambio cuando se trata de novelas, más que una idea o un solo disparador generalmente son distintas ideas que originalmente pueden aparecer desconectadas unas de otras, ideas sueltas que en principio uno puede no saber muy bien adonde llevan. Incluso uno no puede saber muy bien si llevan a algo, hay un montón de ideas que surgen, uno les da vueltas y después se las olvida, las pierde, no pasa nada. En cambio hay otras ideas que vuelven, insisten y a veces algunas de esas sueltas que uno no sabía muy bien qué podían significar, en vez de seguir sueltas empiezan a conectar unas con otras. Uno pensó un determinado tipo de situación y después un determinado tipo de personaje y en un momento empieza a imaginar una combinación de ese personaje en esa situación y así es como se van formando las ideas. En general, al menos para mí, y sobre todo si estamos más pensando en novelas más que en cuentos, no funciona como el mito de la inspiración, que lo llamo mito porque no creo en algo así como la inspiración como una especie de iluminación por el cual se te revela la idea de una novela. Funciona para mí de una manera más paulatina, menos urgente, mas deshilachada y generalmente combinando cosas; desde cosas que alguien te cuenta, cosas que uno ve en una película y que de pronto te quedan dando vueltas, o empezás a imaginar situaciones a partir de algo que leíste en una novela, y nada de eso es la idea de por sí sola. Es como una maduración, un desarrollo de todas esas ideas sueltas que en algún momento se combinan y empiezan, ahí sí, a definir una novela posible.
— En el libro Confesión hay datos claves, como el nombre real de la mujer de Videla… ¿Hay un límite, para vos, hasta dónde usar datos crudos y dónde empezar a hacer ficción?
— Hay una larga tradición en esa combinación. No es que haya límites a priori, depende el pacto que cada texto establece, o depende el pacto que cada género establece. Las novelas históricas, por ejemplo, forman parte de un tópico que maniobra entre la invención ficcional y ciertos materiales o ciertas referencias empíricas. Cada texto pacta con su lectores, qué relación, en qué registro está. Si es ficción, si no es ficción, qué pacto hay respecto a la verdad. Siempre hay una verdad en juego, a diferencia de un discurso testimonial, de una crónica o de un discurso periodístico o directamente histórico que trae una relación de verificación empírica con la verdad. La ficción incluso trabaja con materiales verdaderos. No es que no haya verdad de por medio, es que no es el mismo tipo de verdad. O sea, la ficción como tal no está sujeta a la verificación de verdadero-falso de discursos como los de la historia. La referencia fundamental, como sabemos, es Rodolfo Walsh, la manera en que Walsh se desplaza de la ficción a la no ficción porque está resuelto a lograr con textos como Operación Masacre otro tipo de intervención y otro tipo de interpelación en el campo de una verdad. Entonces entre los géneros de la verdad verificable, la verdad inmediata, y géneros como la no ficción, Walsh inventa y desarrolla una especie de franja intermedia. Las ficciones que trabaja con materiales de la realidad, pero que son ficciones, traman una relación diferente con la verdad que no es la verdad inmediata, verificable, empírica, sino una verdad mediatizada. Y a mí me interesa muchísimo esa relación entre ficción y verdad. He visto a veces en las redes, no sin preocupación, que en algunos casos, por desconocimiento sin dudas se homologa ficción con mentira, como si la ficción de por sí fuera mentira y no lo que en el sentido estricto eso es, y la potencia que le da a la ficción que es una relación diferenciada entre verdad y falsedad. Por lo tanto, una relación diferenciada con el espacio de la verdad.
— Sos escritor y sos docente, ¿cómo se conjugan esas dos actividades a la hora de escribir?
— Me considero, ante todo, un docente, dado que es mi trabajo e ingreso principal y cuando me jubile va a ser de eso. Lo subrayo porque no solo no hay conflicto, son como espacios que pueden combinarse y ser iluminadores unos con otros. Hay que disponer de tiempo, por supuesto. Es como la batalla permanente, no solo para escribir ficción sino también para leer. Nunca tenemos tiempo, eso nos pasa a todos. Siempre hay cosas urgentes que hacer y que nos distraen de lo que queremos hacer y que es ponernos a leer. Pero en el caso de la relación estricta de la docencia y por ejemplo escribir novelas y ficción yo no lo vivo en ningún sentido como un conflicto de dos mundos. Para mí son dos territorios de un mismo mundo, que es el mundo que me permite estar pensando la literatura, imaginando literatura. Las clases pueden ser muy estimulantes porque uno está enseñando autores, analizando y pensando problemas de la literatura, modos de construcción de los textos, luchas poéticas, luchas estéticas y eso también es muy estimulante para escribir ficción.
— ¿Cómo te llevás con las redes sociales?
— Me interesa sobre todo Twitter, porque hay algunos indicios de un estado de violencia y de agresión que es un asunto a lo que presto atención. Lo tengo como un vínculo en ese sentido. Pero no lo tengo o no lo uso como un espacio para expresarme yo mismo. Hay una parte de las redes que permite mostrarse a uno mismo como puede pasar en Facebook o en Instagram que uno cuenta su vida. En toda esa parte que tiene que ver más con el yo, con compartir espacios propios, no participo.